La metáfora corona-control: la voluntad y poder abandonados

Son muchos los modos de control, y no son ni mucho menos los que saltan más a la visita. Y ya sabes qué eficaces son los que no se ven a simple vista, el todopoderoso Corona. Ya sabes.

Da lo mismo por donde mires (o no mires), ahí hay uno. Da lo mismo quien sea el damnificado: ahí está el modo de control.

Por ejemplo. Un individuo que hace rimas y que exclama con la simple opinión mínima de expresión, odiar la corona, y que a ninguna corona de momento a afectado en sus derechos por lo que respecta a su libertad mínima individual. Los derechos morales son los consensuados por costumbre y no deberían ser coercitivos ni tampoco laxos, pero ya no puedo opinar más, porque no se más de leyes humanas. Pero la jerarquía de poder, asustada, se activa en modo control.

Otro ejemplo. Si pretendes entender qué significa la palabra «salvoconducto» en un estado de derecho, me temo que no ejemplifica demasiado bien ese estado de derecho mínimo de ubicarse donde uno quiera. La palabra «salvoconducto» para trabajar, moverse, desplazarse, sólo las recuerdo en estados de guerra, opresión y control.

Y se está hablando aquí de poder de control, ni siquiera se habla aquí de partidos políticos, ni de política, que es una palabra usurpada por la partitocracia. Toda actuación humana, en su contexto colectivo, al fin es política.

Pero, de todos modos, la clave está en el desmoronamiento de la jerarquía que se nota en el fortalecimiento de las malas prácticas del control social, es decir de los gobiernos, las leyes, y sobretodo de la mente racional que solo sabe de discernir, catalogar, a la que hay que mandarle muchos «teailovius» (te quieros), para que te vaya dejando en paz de modo paulatino. Y surge la metáfora de la palabrita «corona» que tal vez sea la más nombrada de lo que va de siglo y de lo que queda de él.

El truco está en entender porqué es posible que la corona esté dando problemas -la jerarquia de poder, el poder, el control, la voluntad, la decisión, la emisión de justicia, la jurisdicción de quién puede respirar o no, de quién se va al otro barrio o no, de a quién se le quita el aliento de vida pulmonar o no-. Pues eso no significa otra cosa que los problemas son el abandono de todas esas constantes de juicio, de libertad, de poder, de autocontrol y disciplina, de vitalidad, de voluntad, con las que nos las tenemos que ver ahora, porque están maltrechas y sin aliento.

Al contrario te lo digo para que me entiendas.

Y son los de arriba, los coronas, en un mundo sutil y frecuencial de jerarquías, los que mandan las constantes para que te enteres de que el juego no ha hecho más que empezar. Y el juego está invertido, porque el ser humano solo sabe jugar a polis y a cacos. Traduzco: sólo sabe confrontar y separar, ver solamente un lado, sin el que el otro lado no existiría. Pero para eso hay que despertar del sueño-juego, y acudir a lo polarizado como lo mismo, unificando. La metáfora de la corona es la misma, sea la causa de todos los entuertos o sea del mismo modo, la solución.

Imagen de S. Hermann & F. Richter en Pixabay

Solución: aquello que más te pique es a lo que debes hacer caso. A todos nos pasa, dalo por hecho. En este caso la voluntad, la corona, el que tiene el poder de emanar voluntad. Y recuerda que siempre la voluntad es un diamante -o muchos, como el de la foto- que se adapta perfectamente a tu corazón, y que es donde implosiona de voluntades de abrazos curativos de toda enfermedad.

Seguro que la libertad era históricamente el tema más importante para el ser humano, que ha derramado océanos de tinta y verborrea oral. Pues sigue el tema. La libertad es la voluntad de poder crear equilibrio con el universo entero, la unidad de sentido, la conciencia de unidad frente a la de separación, al fin, la coincidencia de los opuestos.

Eduardo Beltrán Jordá

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