
Hay temas sencillos de entender a los que hemos envuelto en ideas, costumbres (cultura), teorías y conceptos de razón o fantasías de imaginación.
Uno de estos asuntos es cómo entender la noción de vitalidad, cuya explicación más sencilla es asimilarla a la noción de energía. Sin la ayuda de rodeos de carácter racional como lo científico, o irracional como lo imaginativo, mágico, religioso o mitológico, no llegamos a creer en la energía como fuente de vitalidad y creatividad.
La causa de que no lleguemos a creer en la energía como nuestra fuente de independencia, autoridad y creatividad de un modo natural, es porque hemos conformado durante milenios, formas y modos de trasladar nuestra tristeza, miedo, ira, abandono y conciencia de separación de nuestras propias fuentes de vitalidad y energía, a dichas costumbres. Lo acostumbrado es lo establecido; es la cultura confeccionada a base de tiempo e historia, control e inseguridad.
Revolucionarios del espíritu han repetido en todas las épocas que el ser humano no concibe su fortaleza como energía, de fuerza vital, palabra, acción y pensamiento. No ha caído en la cuenta de que es él mismo, su único gestor de armonía y benevolencia. Por las causas del miedo y del control –por las cuales sigue dependiendo de disciplinas espirituales, traslaciones útiles como diría Ken Wilber–, ha cedido dicha energía y fuerza para poder saltar por encima de esa parte de su mente-ego, que necesita creer en rituales para poder lograr la tan ansiada unidad con su propia vitalidad.
Es la historia de nuestra cultura, de nuestras tradiciones religiosas y hasta de todas las prácticas esotéricas, canalizaciones de maestros individuales o colectivos y demás líneas de dependencia terapéutica, ajenas a la fuente particular e individual de energía sin tiempo ni espacio.
Y hay otras fórmulas para salir de la desesperada conciencia de separación y abandono, como las drogodependencias, el buenismo superficial irresponsable e hipócrita, los psicodramas neuróticos o los sustitutos de cualquier especie de trascendencia. Son traslaciones de dependencias; todas dentro del holograma matrix, perfectamente conformado a través de los sentidos. Es la historia del ser humano auto engañado.
Pero no hay que conducirse hacia el equívoco. La energía, más los sentidos radicados en el cuerpo es una clave para la armonía de aspectos emocionales, mentales y la creatividad vital. Estamos en la experiencia sensible, es inevitable, pero otra cosa es que le debamos fe ciega.
La transformación posible es acudir a la fuente original y primordial de energía inagotable de cada individuo como ser autónomo y creador.
Una traslación útil para aquellos que no tengan acceso a su propia vitalidad es el masaje terapéutico Ayurveda. Insisto en que estamos en la experiencia sensible; en un híbrido entre la sensibilidad y la inmaterialidad. Pero la materia respira energía. Juan Arnau dice que respira luz.
¡Creerlo es más sencillo de lo que te han hecho suponer!
Recuerda: No hay nada demasiado importante, más que saber vivir con tu energía.
Más información en el teléfono 661053326 y en redes sociales @okaasanedu.
Eduardo Beltrán Jordá