Almas de violeta: Juan Ramón Jiménez

No da pie a demasiadas dudas el hecho de que el poeta Juan Ramón Jiménez no acudiese a la esfera álmica imaginal para descubrir semejante información de unidad y dualidad para dar a luz la poética de la conciencia total, la que llamo una antropología estética o conciencia expresiva.

Cuando su mente egoica-emocional le jugaba las malas pasadas que a todos nos reserva, caía en vanalidades, hipocondrías y egocentrismos. Pero su ardua tenacidad acudía a su pura poética a su autoterapia personal. Y la conciencia de un campo imaginal espriritual -que habla con metáforas ayudadas por la mente conceptual, lingüística, y basada en la aprehensión sensible- le venía a raudales, y la transformaba en obra de arte, la materia del campo humano asociada a la unidad de la belleza y la bondad.

Un ejemplo de estas fusiones metafóricas entre emociones de los sentimietos y zonas del espíritu partiendo de la aprehensión sensible, es la primera estrofa y sus cuatro versos. El espíritu o la esfera traspersonal proporciona por medio del alma, los sentimientos tanto oscuros como lumínicos en los que transita el ser humano. Puede entenderse al revés: como la acción del sentimiento que da pie a sabidurías del pensamiento sutil, ya sean favorables o desfavorables.

Pixabay

Transcribo una poesía del libro Almas de violeta:

(El color violeta durate todo el Modernismo literario -finales del siglo XIX y principios del siglo XX- aludía a la tristeza, la añoranza y la desazón de la mente egoicoemocional por no encontrar su origen, su espíritu, o por no saber situar a éste en el cuerpo y la vida ordidaria y sensible. Así se acudía a los colores fríos y macilentos -los lilas por ejemplo-, asociados a las enfermedades del alma. Sin embargo el color violeta o morado es el que asume toda la gama cromática del fuego del origen y lo encamina al cielo del espíritu para hacerlo volver hacia su emisión. Contrariamente a la literatura de la nostalgia finisecular, el color violeta es en los arquetipos o fuerzas de luz de las tradiciones hindúes y esotéricas, la que transmuta y sana).

NUBES

De la evaporación del sentimiento,

-mar grandioso de inmensas oleadas-

en el alma aparacen condensadas

las nubes del divino pensamiento.

 

E igual que en el capuz del firmamento,

hay allí puras tintas nacaradas

y hay fatídicas notas enlutadas

y luz y frío y sombra y ardimiento…

 

A veces, los expléndidos fulgores

de un Sol pródigo en vida y en colores,

las sonrïentes nubecillas doran…

 

Y ese Sol, otras veces, como un muerto

queda en sudario fúnebre cubierto

y, gimiendo, las nubes tristes lloran…

 

Hay que indicar que J. R. Jiménez, escribía ges y jotas tal y como sonaban fonéticamente, es decir como jotas. Asimismo escribía las equis como sonaban, es decir como eses, pero aquí se permite licencias ortográficas contrarias a esta peculiaridad porque escribe espléndido con x y no con s. También se permite poner diéresis en «sonrientes».

 

Eduardo Beltrán Jordá

Comparte:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Últimos Artículos:

Categorías