¿Cuántas veces has escuchado hablar del “efecto placebo”? ¿Cuántas veces has leído acerca de este efecto?
Seguramente muchas, aunque acabes sin entenderlo. En realidad está muy cerca del solicitado pensamiento positivo consciente sobre una acción o pensamiento, pero el efecto placebo incide mayormente en la mente positiva inconsciente, a consecuencia de una acción o pensamiento.
Para explicarlo de forma simplificada, el “efecto placebo” es el resultado positivo en o ante los síntomas de una enfermedad de carácter no grave, provocado por un falso tratamiento médico o por un falso medicamento. Por ejemplo, en un experimento para probar el “efecto placebo”, se le daría a un paciente agua con azúcar en vez de medicamento, para curar una gripe.
El mundo científico, siempre protegido por sus resultados funcionales (por el interés de cumplir una útil función), resultados demostrables o explicables con pruebas de método exacto, discriminan a las terapias complementarias o a las medicinas naturales –como, por ejemplo, la Fitoterapia, el Reiki, la Medicina Tradicional China, la Terapia de Zonas Reflejas o Reflexología, la Terapia Floral, la Medicina Bioenergética, la Aromaterapia, la Cromoterapia, la Musicoterapia–, juzgándolas de peligrosas para la salud pública, fraudulentas, mentirosas e intrusistas. Las menosprecian, minusvaloran y persiguen, como en el caso de la Homeopatía, que inclusive había sido considerada en la educación académica y reglada. A pesar de todo, creo, con toda certeza, que existen profesionales de la medicina científica y alopática, y científicos, profesores o catedráticos universitarios que apoyan -o apoyarían en caso de ser honestos y libres– la inclusión de las medicinas complementarias en los hospitales y centros de salud preventiva o curativa.
Pero lo que no observan los métodos científicos es que el “efecto placebo”, lo que demuestra, es que la mente, nuestra manera de percibir y entender lo que nos rodea y lo que no percibimos o entendemos, es la que decide en gran medida en nuestros procesos de las mal llamadas enfermedades. (La cuestión de si es enfermedad o no, y sus causas, es como plantear el origen del ser humano. Por esto el proceso es tanto individual como colectivo, y una cuestión compleja que ya nos toca atajar y asumir. Existe mucha información al respecto, pero yo indicaría como básico a Deepak Chopra, la “Nueva” Medicina Germánica, la Biodescodificación o Bioneuroemoción. Además leer a las sabidurías Kryon y Metatrón porque nos llevan a poder informarnos de cuál es el proceso de nuestra conciencia; o sencillamente atender al chamanismo ancestral que coincide con la física cuántica, o la filosofía perenne que nos indicaba que pertenecemos por esencia y presencia al cosmos o anima mundi, y que en sus diferentes tradiciones de sabiduría, constituyeron la procedencia universal del ser humano y sus engaños de la mente perceptiva, sensitiva y racional, subconsciente e inconsciente. El proceso, como digo, es muy personal, y exige introspección y amor propio.)
Gregg Braden, Michael Talbot, Bruce H. Lipton, Joe Dispenza, o incluso Deepak Chopra (remito a Youtube para buscar la información audiovisual básica que hay sobre ellos), son científicos –y en el caso de D. Chopra, médico científico– que tienen coincidentes demostraciones con la medicina ancestral y antigua –como la de origen chamánico, o como la egipcia, nativa americana, celta, la medicina ayurvédica hindú, etc.–. Ellos, entre otros muchos investigadores desde la ciencia, el pensamiento y la conciencia transpersonal, han demostrado que nuestra mente está asociada con –y es raíz de– los procesos bioquímicos que hacen funcionar nuestros organismos, ya sean endocrinos, nerviosos, neuronales, circulatorios, digestivos, etc.
Cada micro organismo celular es perfecto, y es correspondiente a cada macro organismo, como el cuerpo humano, o el “cuerpo” del planeta terrestre. El pensamiento, la intención o la atención por algo o sobre algo, es lo que da lugar a ese algo, o se convierte algo en ese pensamiento. Dicho de una manera más científica pero simplificada, el campo o entramado electromagnético y vibratorio de ondas de luz al cual pertenece desde lo minúsculo a lo mayúsculo, es modificado, por la intención de pensamiento en la mente universal, en partícula física material, en un mundo de fenómenos al que llamamos realidad, que no es tal, sino una vorágine de vacuidad entrelazándose con su propia voluntad. El carácter de esa intención es nuestra libertad, puesto que nosotros somos esa mente universal en un procedimiento de mente racional, conceptual o lingüística.
Por tanto, el efecto placebo son resultados mentales positivos que harán paliar ciertos síntomas, provocados por un falso medicamento, pero con el objetivo de atenuar o suprimir los mismos síntomas de un diagnóstico médico, con el mismo fin que un medicamento químico o farmacéutico. La creencia inconsciente o consciente sana o enferma. La creencia de enfermedad –sufrimiento, dolor, tristeza, abandono, ausencia o pérdida, sacrificio, etc. – o de cualquier problema de salud, es de origen genético, familiar, álmico, y diría que de un largo etcétera, como el sentimiento de separación de la Unidad, o la percepción sensorial y concepción racional dualista de la pertenencia al mundo–, pero también es epigenético, externo, contextual. La mente es esa potencia orientable hacia el efecto positivo, o hacia el efecto negativo (éste es el efecto nocebo). La mente interpreta un entorno como positivo o negativo, pero el cuerpo –que es un colectivo de células que forman órganos, que también piensa, actúa, y por tanto vive de forma natural, no hay que olvidarlo – lee directamente un entorno positivo o negativo y procede por identificación con el entorno tal cual sea. ¿Qué hacer entonces para mejorar la salud? ¿Crear un entorno mental, bioenergético, físico, emocional, adecuado, bueno, bello, de bien-estar?
Al cuerpo, la terapia natural le beneficia directamente. El cuerpo no la interpretará, la recibirá por semejanza analógica-holística, coherente, natural u orgánica. La creencia de la salud –como cualquier otra creencia, intención o atención– crea salud y equilibrio, por tanto puede curar. De ello existen casos de curaciones casi milagrosas con ayudas de la medicina alopática (científica) o sin ella, como también existen en su mayoría los casos de no creencia, como ocurre con la fuerte negatividad que nos aporta presión/depresión, entre ellas las que creen que las terapias naturales no sirven y que deberían prohibirse. Cada persona tiene un proceso de autoconocimiento, y tenemos la libertad de escoger y su consecuente responsabilidad.
Esto quiere decir que la mente es una gran herramienta para comenzar el proceso de consciencia, de conciencia transpersonal u holística y de salud (que está relacionada con sa-nar, o sea, iluminar las memorias no visibles además de limitantes)
Los diagnósticos, análisis y pruebas médicas, que son de imprescindible valor en nuestra salud individual y social, tienen, sin embargo, un idóneo complemento para la salud pública en las terapias manuales, energéticas, o naturales. ¿A quién le interesa que no sea así? La buenas prácticas profesionales son propias tanto de la medicina oficial como la complementaria y natural. Cuando no es así se denunciará legalmente y apropiadamente. No obstante, ¿cuántas veces más habrán de defenderse las terapias naturales de atropellos y denostaciones?
Si las ciencias de la salud ven únicamente un efecto negativo y embaucador en el efecto placebo, y un enemigo para la salud en las terapias naturales y en sus investigaciones –que también las hay–, entonces es cuando se están perdiendo el efecto positivo, el efecto placebo, el efecto creyente, que es el que explica que la mente no es una enemiga (que lo puede ser), sino que, por el contrario, educada, replanteada, reescrita, y abierta, puede contribuir a la higiene del alma, del cuerpo y de la propia mente, para convertirla en una aliada y no en una adversaria. Consciente o inconscientemente, por rechazo o por atracción, el pensamiento, la atención, y la intención, crean. Esto será siempre y cuando se acepte como compañera, para orientarnos en la creatividad, para una vida con mayor plenitud con la ansiada felicidad, que no es más –ni menos– que crearla.
Eduardo Beltrán Jordá