La perfección creativa es y existe

También existe la iconografía de la perfección. Es una fisiología adecuada al misterio y a su geometría. Teresa Salgueiro, la antaño cantante de Madredeus en su apariencia de mujer, es lo sublime, pero lo humano sublime al mismo tiempo. Estas dimensiones, sublime/humano, intuyo que deben ser lo mismo, aunque sean contrarios en lo que entendemos por normal. Teresa Salgueiro es el claro ejemplo de que lo aparente y existente, en su perfección, recubre al ser de igual modo que la perfección pertenece al ser.

El arte musical de Teresa Salgueiro y Madredeus, no deriva hacia lo sublime que escapa a la imaginación humana como decía el pensador Kant. Madredeus cabe en la humana perfección sin necesidad de recurrir a lo indescriptible, y muy a pesar de su trascendencia a planos creativos de verdad y unidad, los cuales casi nunca se saben alcanzar, pensar, sentir, o verificar.

Madredeus surgió con una estética sobria entorno a la tradición musical popular portuguesa -el fado entre ella-, e hizo vanguardia con su mantra musical y poético. Metafóras con pauta mántrica, que dedicaron al mar lisboeta, el Atlántico, o a la guitarra portuguesa fadista. La voz de la cantante portuguesa abrió los sentidos hacia la sonoridad perenne que lo humano logra asimilar a lo divino. El timbre de su voz me repite de nuevo que lo sublime es la perfección del orden, no el abismo sin propósito final. Aunque su voz sea infinita en su unidad.

Junto con su voz, los instrumentistas Pedro Ayres Magalhâes, Carlos Maria Trindade, Rodrigo Leao, José Peixoto, Francisco Ribeiro, llegaron a ploclamar el culto a la elegancia, austera pero inmensa en su cadencia musical. El fado llevado a la «idea de fado» trascendía la saudade, y así convenía también celebrar la felicidad del pueblo en su canto. Pero esa trascendencia logró ser música contemporánea, por su concepto del fado ya por encima de la nostalgia, accediendo a la espiral sónica del universo.

Desde mi manera de sentir y observar, Madredeus se convierte en alegría noble, poesía sonora minimizada, fe en el monacato de la música. Si el arte se puede sentir, describir y, si además alude a la imaginación, se acude felizmente a la conciencia expresiva.

Eduardo Beltrán Jordá

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