¿Un campo? ¿Qué clase de campo? Un campo de vibraciones, de ondas de sonido muchas de las cuales no escuchamos, de frecuencias, de electromagnetismo. Un espacio y un ámbito vibracional.
De modo semejante a la imagen del campo que acompaña a este texto -en este caso de la naturaleza que podemos ver y reconocer-, donde las flores surgen como estrellas o astros, de la unión con todos los elementos primordiales de la cosmología tradicional china -agua, tierra, fuego, metal y madera-, así ocurre en el universo: lo invisible, aparentemente ausente, se hace visible presente, la onda se hace partícula, la información desconocida del universo se hace materia. Todo ello implicado en lo que llamamos Física.
Se trata de un campo que no corresponde a respuestas razonadas y uniformizadas, sino a respuestas armonizadas con su vibración benevolente. Este campo se emite a sí mismo, en unidad, sincronicidad, amor, conciencia, energía y armonía.
De este campo formamos parte, y asimismo somos el todo de esa parte, es decir todo lo que tiene el campo/espacio vibracional, lo tenemos nosotros. Si hay concordancia entre nuestros campos vibracionales y el campo vibracional cósmico, hay resonancia, hay sintonización, hay un contagio de semejanzas, de similitudes, y por tanto hay unidad y armonía. Físicamente, el planeta Tierra funciona así junto con los demás astros del sistema solar, y éste con su galaxia, y ésta con otras galaxias a su vez.
El entrelazamiento de frecuencias es una conjunción de consciencia, puesto que todo sistema vibracional está creado de forma consciente hacia la coordinación y el orden de los sistemas orgánicos, bioquímicos y electromagnéticos. Las conexiones son innatas, no responden a las estructuras mentales y lógico/racionales de la mente del pensamiento egoico.
El Innato que somos, es el cuerpo inteligente del ser humano, más sensible, más allá y más acá de nosotros mismos. El Innato ya está conectado con el campo, lo que significa que nosotros ya estamos conectados con el campo, que ya somos el campo. Únicamente hay que optar por su potenciación mediante el decreto de creatividad y formalización de salud, bienestar, y paz interior. Hay que decidir quiénes queremos ser y utilizar el vehículo innato para la conjunción entre el campo físico y nuestro ser inteligente. El campo ya está funcionando para y por nosotros, puesto que somos nosotros los que decidimos si nos sintonizamos o si nos olvidamos de cualquier conexión de semejanza. Hay belleza en la ayuda de la creación, porque la creación nos ha dado la oportunidad de vivir en el planeta, y ahora nosotros estamos en la opción de cocrear pues tenemos la creatividad como parte de nuestro ser innato, es decir, somos (la) creación, somos co-creadores con el universo.
En el texto que transcribo a continuación, se muestra muy efectivamente la dicotomía que el ser humano posee si considera pasar de largo la noción del campo y se empeña en considerarse autónomo y exento o separado del mismo. La frase de Alan Watts es muy acertada: «un campo de energía que es capaz de poblarse de personas difícilmente puede ser menos inteligente que ellas.» La inteligencia no es una aptitud de la mente humana separada del cosmos, el cosmos, al cual pertenece el ser humano, es inteligente (es la inteligencia innata). La participación en esta cocreación inteligente, es el reto de la Humanidad desde hace milenios.
Alan Watts, Memorias (1915-1965), Barcelona, Kairós, p. 160.
A lo largo de mi carrera como seminarista y sacerdote siempre fui sospechoso de panteísmo pero, dotado de cierta destreza semántica nunca me dejaba atrapar por la gente de mentalidad estrecha cuyo pensamiento se limitaba al orden lineal del Libro [Biblia], con sus hileras de palabras que sólo pueden leerse en un solo sentido. Mis opiniones “panteístas”, por ejemplo, no pueden expresarse en forma de proposición sino que tienen que sentirse como experiencia. Si uno afirma que el universo es Dios y se refiere, con el término “universo”, a un conjunto ordenado de cosas separadas, entonces yo no soy, en modo alguno, panteísta puesto que no sostengo esta concepción el universo. Tal como yo lo veo, cada cosa diferente o separada no es más que una entidad conceptual a la que el lenguaje -o el modo de concebirlo- ha aislado del “campo” global del universo. Uno no puede ser panteísta formal o proposicional si ve que el concepto no es el “campo” y si entiende que las cosas separadas sólo son reales en un sistema de abstracciones. No se trata de algo ni física ni naturalmente real puesto que del mismo modo que no pueden haber cabezas sin cuello ni tronco, tampoco puede haber flores sin campos. El campo fluye dentro de la flor y lo que llamamos “cosa” -flor- es sólo una cabriola en esa corriente, puesto que la corriente en sí, la energía del universo, no admite definición. En este sentido, la palabra “Dios” es más una exclamación que un nombre propio y expresa la sorpresa, la reverencia y hasta el amor por nuestra realidad. Nada impide que, si queremos, le adjudiquemos un rostro humano -siempre y cuando no lo tomemos luego al pie de la letra-, ya que no conocemos nada superior o más misterioso que las personas y un campo de energía que es capaz de poblarse de personas difícilmente puede ser menos inteligente que ellas. Por cierto que en este campo ocurren cosas que parecen absolutamente horribles, pero la fe consiste en apostar a que existe alguna manera de comprenderlas o, al menos, de aceptarlas. No veo qué otra actitud podría asumir una persona sana.
Eduardo Beltrán Jordá