Amar la partícula

No es que la partícula (una realidad), exista porque es observada, sino porque es reconocida por, vista por, o reflejada en el observador u observante. Esto viene a ser tan complicado o fácil de entender como lo que dice o decía el maestro Jesús sobre «ama a tu prójimo como a ti mismo».

¿Por qué son semejantes ambas afirmaciones? Suele ser habitual que lo que observamos no nos guste, nos afecte, o nos hunda psicológicamente por cuenta de la ausencia de voluntad ante lo detestable. Y ver, simplemente es redundar por vibración y semejanza con la sombra, el ausente, el opuesto, el abandonado y tapado, lo que nos irrita, afecta y derrota, y por tanto, es sintonizarse con todo ello en los demás. Por consecuencia es entrar en el padecimiento con (compasión) lo similar y semejante (el prójimo). Y estar en vibración con-sonante, es amar, es no enfrentarse a las sombras, respetarlas, agradecerles su fuerza para ser atendidas y sanadas.

De esta manera podemos hacer efectiva la jugada y la acción doblemente. Por una parte sabemos que los demás tienen nuestras propias circunstancias que detestamos, y reconociendo el valor que tienen, las «ponemos en remojo» para que calmen su propio ímpetu, y se vayan deshaciendo, o tomen el cariz de la asimilación. No hay más que caer en la cuenta de que esas personas no tienen una intención consciente de fastidiarte la vida. Inconscientes de este juego de espejos psíquico/álmico, te ponen a prueba, es decir que están en el mismo papel que tú de una u otra manera. Al saber hacer esta acción, sintiéndola, perdonamos estas fases ocultas, olvidadas y oscuras, que no soportamos y que nos envuelven. Ellas retornan para ser vistas por semejanza y al mismo tiempo para ser sanadas. Es entonces cuando ya no nos enfrentamos al mundo por definición, puesto que el mundo que no me agrada es como yo, y el que me agrada también. Ver al prójimo así, es amar al prójimo como a ti mismo.

De este modo, la defensa de la psicología básica de nuestra personalidad -el ego gritón y cascarrabias- se va debilitando, pues suele ser la ira y el juicio los que la dirigen por cualquier asunto que ni sabemos de dónde procede ni a qué causas obedece. Nos vemos reflejados en forma de espejo y podemos calmar nuestra psique y alma sabiendo perdonar los errores y defectos propios. Perdonar significa agradecer la labor que ellos hacen para nuestra sabiduría.

Nuestra experiencia será la guía. El trabajo es practicar la observación de la partícula, es decir del hecho visible y su extravío, porque si has llegado hasta ahí, tienes el tesoro en tus manos para volver al Padre-Madre. Tienes la posibilidad y oportunidad de descubrir el campo del Corazón (la consciencia de ver al prójimo como a ti mismo, y de tener el poder del equilibrio sutil), que es el que representa el maestro Jesús como arquetipo psíquico/álmico. Tienes delante de ti la opción del camino del Corazón que es por donde se va a Padre-Madre más rápidamente. Ir al Padre-Madre es ir a la paz interior y exterior. Las partes Madre/Padre son dos manifestaciones de la misma Conciencia Universal en el Kosmos.

 

Eduardo Beltrán Jordá

 

 

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