Es posible que nunca hayas prestado atención a un andamio de una obra que recubre un edificio en tu ciudad, a no ser que sea un edificio emblemático –como el Ayuntamiento o el Consistorio, la Catedral o una iglesia– que de la noche a la mañana se cubre de una estructura metálica y se protege con telas de malla verde o plastificadas con publicidad, para ser restaurado o pintado. No te afecta, a no ser que estés vestido de ropa de trabajo dentro de ellos, subiendo y bajando, o sudando o pasando frío, que vivas cerca de donde lo han montado o que cuando pases a diario hacia el trabajo te caiga la arenilla sobre tu cabeza.
Los andamios pesan, cuesta el transporte y su montaje, los montadores de andamios son tipos a veces arriesgados y en ocasiones orgullosos de su fuerza masculina por ser capaces de estar trabajando en semejante fregado, en situaciones de riesgo laboral, entre los equilibrios y las alturas del héroe cotidiano.
Pero ahora date un “garbeo” por tu estructura mental y tu orgullo de ser como eres, tu mecanismo de la personalidad o tu entramado psicológico del yo, ese que se llama ego –el de la supervivencia–, y que es el que maneja las redes de tus inercias y recubre a tus voluntades vitales con las fibras de tus costumbres. Un entramado pesado que te ha costado años de acarreo y esfuerzo subir e ir construyendo y del que estás posiblemente bien orgulloso de haberlo mantenido afianzado con materiales de buena calidad, sólidos y bien escogidos.
Compara: es un andamiaje de lujo, el de la confortabilidad (nadie mejor que tu sabe desenvolverse ahí con esos pequeños detalles), es tu hogar ensamblado a golpes de maza metálica con brazo de masculinidad (lo femenino también tiene de masculino, y viceversa: lo masculino es la fuerza poderosa de la energía). No hay que llevarse a engaño. Esto del brazo masculino es una imagen/ejemplo, porque sabemos que toda estructura mental y biológica -ego- que defiende una posición emocional personal de forma inconsciente, se vuelve persistente y tiene una fuerza igual o más rotunda que un pequeño héroe masculino de las alturas, es decir, que aquí lo masculino lo asocio a la decisión del egoísmo que fundamenta la lucha diaria por elevar una personalidad, así sea pasiva, subrepticia, inversa, directa o invasiva.
Lo digo porque hablo -y sigo hablando- de refugiados, o mejor dicho, de refugios. El refugio de la política, la ideología, los equipos de fútbol, el tabaco, la corrección política, las frases hechas, la producción masiva paranoico-sentimental de la invasión polémica en Twiter (creo que a las reacciones en tromba a situaciones sociales o comentarios individuales sobre las mismas, los llaman «invasión de excrementos»). Son los límites de cualquier convencionalismo de cualquier origen. En definitiva: nuestras distracciones, nuestras tragicomedias.
Poniéndome muy liberal (digo yo que se puede clasificar así a la libertad de la verdad no dualista o polarizada de lo que vemos y oímos) me pongo a pensar que qué me importa a mí que Trump no vaya a aprobar el protocolo de Kyoto si lo que tengo que hacer yo es separar mis desechos personales entre los desperdicios orgánicos, los envases de plástico, el cartón y el papel, el vidrio y otros no clasificados (o al menos conseguir que a tu alrededor, con los que convives, al menos dejen los envases en la bancada de la cocina para que tú “religiosamente” –o sea fiel a tu idea/l–, los separes y luego los tires). Otra cosa es que el proyecto de vida personal esté dedicado a la información y la educación de los valores medioambientales -de justicia social y sostenibilidad ecológica-: ahí es cuando te propones «construir» los recursos en países cuyos habitantes deciden con alguna lógica que no quieren vivir en cierta, relativa o absoluta miseria. Piensa por tanto en el gasto de agua, y en el consumo de la energía… y de tu energía: hasta dónde y cuándo «refugias tu vitalidad«. ¿Piensas que el proyecto de tu vida esta en tu vitalidad? ¿Piensas en tu país, en tu pais-aje corporal, emocional, mental, espiritual? ¿Qué piensas de tu país a parte de separatistas o unionistas, Rajoy, Iglesias, Sánchez, o Rivera? ¿A qué pa-go le sometes, a qué refugio?
¡Se enciende la alarma con luces y sonido!: ¡con Trump mucho se ha arruinado! El miedo, lo que funciona desde hace milenios dentro de tu vitalidad celular y en tu psique individual sumada a la colectiva… es lo que te mantiene alerta, a la defensiva en el estrés (el estrés es un emisario de malas noticias, de disfuncionalidades, pero se puede apoderar del receptor). Milenios… Imagina que eres responsable de la pillería con la que tratas a tu emocionalidad desde tu mentalidad, al chantaje que soporta tu corazón frente a tu hipocresía: ahí tienes a tu Trump-antojo (trampantojo, una imagen que representa algo pero que no es ese algo, un engaño al ojo, o sea una imagen que no eres tú pero que pareces tú, una imagen falsa: Trump está ahí para eso, para ser la imagen de lo que parecemos y no somos).
Así que qué te importa que un país como Colombia o España estén divididos entre moros y cristianos (o víctimas y victimarios, o…), si no permites que al andamiaje que tanto ha costado montar con sufrimiento, temor, llantos, desgracias, abandonos, tristezas, enfermedades, desilusiones, se le reconstruya con nueva fortaleza e imagen: la de la responsabilidad intrapersonal entre las guías verticales y horizontales, las plataformas de apoyo y deambulación, los recubrimientos con la nueva publicidad de la personalidad consciente. Tu responsabilidad manda a la estratosfera al Brexit y al asunto catalán. De una. Así: ¡fiuuuuu!.
Se trata de saber cómo son tus pensamientos, a qué están acostumbrados. Se trata de saber que a pesar de no poder conocer muchos de nuestros mecanismos existen procesos de reequilibrio consciente, al que los terapeutas llaman sanación. En esto hay millones de datos en libros, en Internet, en Vimeo, en Youtube. Son las genealogías de sabiduría esotérica que ahora están al alcance de todos con los paradigmas cuánticos aplicados a todo tipo de incursión en la salud psíquica, en la cosmovisión holística, en la biología, en la genética… ahora lo llaman «asesorar empresas», “coaching”, “mentoring”, «mindfulness»…
“Es que” hay que seguir ganando, hay que seguir disimulando, hay que seguir manteniendo el nivel 4 sobre un pronóstico de 2…. ¿pero y el andamiaje, por qué esta ahí? …
Eduardo Beltrán Jordá